Carton piedra

Era la gloria vestida de tul, con la mirada lejana y azul, como no poder caer ante tales dotes y enamórate de su encanto.

Su melena negra y sus ojos, aquella gloria que me sonreía desde un escaparate con sus labios color carmín que me retaban a tomarlos y hacerlos míos, y cada vez que la veía.

Ella siempre iba a la moda, sus zapatos y su ropa chispeaban al roce del sol, limpia y bonita, tan arregladita como pastel de bodas.

Y yo a todas las horas la iba a ver, porque yo amaba a esa mujer, que entre bajas y Navidades, entre saltos y novedades,  hacia más tierna mi acera.

No era como esas muñecas de duro cartón, que me lastimaron, rompiendo cada ilusión y se burlaron de mi, sólo buscaban usarme y me arrebataron mi amor de cuajo.

Con la triste que me dejaron aquel vacío, hay que olvidar el aire que respire ayer; jugar las cartas que te da el momento, ya que mañana es un adverbio de tiempo....

¡No!  No, ella esperaba en su vitrina, viéndome cruza esa esquina, como un pajarito, me me veía y me rogaba, ¡Liberame! ¡Liberame! Y huyamos a escribir nuestra historia.

Un día por fin decidí, y tome las cartas que vi ayer, haciendo mis movidas termine de noche frente a ella, viéndola a través de ese cristal con las novedades de Abril.


De una pedrada me cargué el cristal y corrí, corrí con ella hasta el parque más cercano y todo su cuerpo me tembló en mis brazos, pero no nos sonreía la luna de Marzo, así que comenzó a llover.

Bajo la lluvia bailamos un vals, un dos tres, un dos tres, todo daba igual,  y yo le hablaba de nuestro futuro y ella lloraba en silencio, su cabellos se movía con el viento y su sonrisa no cambia, pero la lluvia ácida de un futuro desgarrados se encargó de ella.

Corri y corrí y la lleve a mi casa, y entre cuatro paredes y un techo, se reventó ante su pecho, pena tras pena, tuve entre mis manos el universo e hicimos del pasado un verso, perdido dentro de un poema.


Y entonces llegaron ellos, me sacaron de empujones de mi casa y me encerraron en estas cuatro paredes blancas, donde vienen a visitarme mis amigo y mi hermano, de mes en mes, de dos en dos y de seis a siete.


Amor ¿que es eso? Lo que alguna ves tuve en aquella muñeca de yeso, que decían que no era más que eso una muñeca, pero mentían, ella era mi mujer, yo me perdí con ella, mi pequeña y frágil Isabella, mi Izzy.


Jugué las cartas que me dio el momento, pero ahora soy una adverbio de tiempo.